100 años de “Iglesias Mozárabes” de Manuel Gómez-Moreno Martínez (1919-2019)

Publicado el en Biblioteca, Diario de la Fundación, Investigación

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mozárabes-3Hoy os traemos la reseña que hiciera en 1999, Javier Moya Morales, en la revista ELFINGIDOR número 2 con motivo de la reedición del trabajo de Manuel Gómez-Moreno Martínez, Iglesias Mozárabes.

Ha pasado el tiempo desde aquella reedición facsímil  que hizo la universidad de Granada que ha contribuido a la difusión, discusión y ratificación de este estudio que marca un hito dentro de la historia de la arquitectura medieval hispana.

No podemos hacer menos que recordarlo en este aniversario de su publicación esperando buscar de nuevo su reedición, quizás ya en soporte actualizado, como corresponde a este clásico de la historiografía del arte español.

Esperamos que os guste!

texto reseña Iglesias Mozárabes:

Las introducciones y prólogos de las modernas ediciones facsímiles suelen contener el veredicto que el Tiempo ha dictado en el juicio seguido contra todo libro antiguo que se publica de nuevo. En el caso de la reciente edición de las Iglesias Mozárabes de Manuel Gómez-Moreno, el estudio preliminar a cargo de Isidro Gonzalo Bango Torviso cumple ese papel justiciero cuando señala las excelencias de una obra que debe ser considerada clásica en su género pero también cuando manifiesta sus reservas respecto del concepto de lo mozárabe y de la inclusión en su ciclo de algunos edificios y piezas de artes suntuarias altomedievales cuya filiación ha podido ser precisada con más garantías por la historiografía de las últimas décadas.

 

De algún modo, no obstante, el autor se había adelantado a esas y a otras posibles futuras objeciones. Es más, ya desde el preámbulo del libro las reclamó y alentó. Era consciente de que la cercanía del esfuerzo por aislar ese capítulo importante de la compleja realidad artística del prerrománico español le había imposibilitado de extraer por entonces conclusiones y síntesis. Con toda llaneza decía presentar materiales y nada más, porque construir el edificio demasiado pronto era correr el riesgo de que viniera a tierra, perdiendo los materiales mucho de su valor.

Constituye el grueso del libro un catálogo de las iglesias mozárabes dispersas por la geografía peninsular, en número que ronda la treintena. Su estudio, y el de muchos restos y fragmentos decorativos, se aborda desde enfoques distintos, con preeminencia de lo formal, pero sin rechazar lo sociológico ni incluso, en ocasiones, lo folclórico. De ahí su modernidad metodológica. El espíritu analítico del texto es común a los muchos dibujos que lo acompañan. Plantas, secciones, detalles decorativos y estupendas perspectivas isométricas y axonométricas aligeran la lectura y facilitan la comprensión. Un amplio álbum de láminas completa el importantísimo apartado gráfico. Al margen del repertorio de las iglesias estudiadas y del museo mozárabe, es decir, al margen de esos materiales que conservan ochenta años después todo su valor, la edición facsímil nos ofrece hoy ocasión para degustar la sabrosa historicidad de un libro que –cómo no– pertenece irremediablemente al tiempo en que fue escrito. Descubrimos en él, por un lado, algunos de los empeños historiográficos más decantados del siglo XIX, transmitidos a don Manuel por sus maestros granadinos: ahí están recogidos tanto el arabismo neocatólico de Leopoldo Eguílaz y

Francisco Javier Simonet como el positivismo aplicado a la arqueología y a la historia del arte por el padre del autor, Manuel Gómez-Moreno González. Y por otro lado adivinamos en Gómez-Moreno al hombre del 98 que ha recorrido palmo a palmo las tierras de Castilla y que reclama para España unas raíces y una identidad que, también en lo artístico, han de buscarse en manifestaciones reveladoras del genio de raza, del genio español. Sólo desde este punto de vista entenderemos por qué la arquitectura que él reúne bajo el apelativo de mozárabe con más o menos propiedad, esto es, forzando más o menos la realidad a que alude específicamente el término, esté contemplada como el ensayo de un estilo original, sin método pero sin rutinarismos, ajeno a las influencias extranjeras del románico o gótico y por eso mismo ejemplar y aprovechable por el regeneracionismo y el historicismo español de principios del siglo XX. Una frase suya lo resume: “hoy, que tan locos andamos sin ideal y sin rumbo, pudiéramos aún completar la obra que entonces se planteó, mirando hacia nuestros fondos con espíritu de laboriosa jactancia”. (Javier Moya Morales en “El fingidor”, marzo-abril 1999, p. 26)

 

 

 

 

 

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